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Mostrando entradas de 2010

En Paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. ...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas noches de mis penas; mas no me prometiste tú sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas... Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! (Amado Nervo)

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala, contar este cuento en flor: la niña de Guatemala, la que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, y las orlas de reseda y de jazmín; la enterramos en una caja de seda. Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor; el volvió, volvió casado; ella se murió de amor. Iban cargándola en andas obispos y embajadores; detrás iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores. Ella, por volverlo a ver, salió a verlo al mirador; él volvió con su mujer; ella se murió de amor. Como de bronce candente al beso de despedida era su frente ¡la frente que más he amado en mi vida! Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor; dicen que murió de frío, yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, la pusieron en dos bancos: besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, me llamó el enterrador; ¡Nunca más he vuelto a ver a la que murió de amor! ( José Martí )

Rimas

XXI ¿Qué es poesía? -dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul-; ¿qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía. . . eres tú. XXIII Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso. . .; ¡yo no sé qué te diera por un beso! (Gustavo Adolfo Becquer)

Rima XI

XI Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión; de ansia de goces mi alma está llena. ¿A mí me buscas? - No es a ti, no. -Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro; puedo brindarte dichas sin fin; yo de ternura guardo un tesoro. ¿A mí me llamas? - No, no es a ti. -Yo soy un sueño, un imposible. Vano fantasma de niebla y luz; soy incorpórea, soy intangible; no puedo amarte. - ¡Oh, ven; ven tú! (Gustavo Adolfo Becquer)

A Margarita Debayle

Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar. Yo siento en el alma una alondra cantar tu acento Margarita: te voy a contar un cuento. Este era un rey que tenía un palacio de diamantes; una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes; un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú. Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer. La princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La quería para hacerla decorar un prendedor con un verso y una perla, y una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros, son así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella

Es el Caso de Hablar

Madre, te bendigo porque supiste hacer de tu hijo un hombre real y enteramente humano. Él triunfará en la vida. Se marcha y es el caso de hablar de su regreso. Cuando veas volver, en un día de fiesta, un viador que en la mano luzca joyas preciosas y haga notorios paso y ademán -¿insolencia dinero o buena suerte?-; no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo. Madre, si mirando al camino se acongoja a tu alma y tras la tapia entonces asoma un caminante que trae renombre, espada poderosa, ceñidas armaduras, en la mano la palma de la victoria y gesto de sigamos adelante, por mucho que eso valga vale muy poca cosa el poder de la espada, el oro y el renombre; no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo. Madre, si aspirando el aroma de una flor en un día de otoño gris y meditabundo, oyes que alguien te llama y te dice: ¡Señora, allá por el camino viene un gran señor

Me gusta cuando callas

Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: Déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. (Pablo Neruda)

Sonatina

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y, vestido de rojo, piruetea un bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿Oh en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgullosos de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa, quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar, ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a

Estos versos lector mío

ESTOS VERSOS LECTOR MÍO Estos versos lector mío, que a tu deleite consagro, y solo tienen de buenos conocer yo que son malos, ni disputártelos quiero, ni quiero recomendarlos, porque eso fuera querer hacer de ellos mucho caso. No agradecido te busco:  pues no debes, bien mirado  estimar lo que yo nunca  juzgue que fuera a tus manos. En tu libertad te pongo,  si quisieres censurarlos;  pues de que, al cabo,  te estás en ella,  estoy muy al cabo. No hay cosa más libre que el entendimiento humano,  pues lo que Dios no violenta,  ¿Por qué yo he de violentarlo? Di cuanto quisieres de ellos,  que, cuanto más inhumano  me los mordieres,  entonces  me quedas más obligado,  pues le debes a mi musa  el más sazonado plato  (que es el murmurar) según  un adagio cortesano.  Y siempre te sirvo,  pues, o te agrado, o no te agrado;  si te agrado te diviertes;  murmuras si no te cuadro. Bien pudiera yo decirte  por disculpa, que no ha dado  lugar para corregirlos  la priesa de los traslados;  que va